Me adentré, hasta el pórtico de tus labios
tú, penetraste en la veracidad de mi alma
la anestesiares de dolor, calmando fragmentos de miedos.
Como la inquietante noche te adueñaste, de mi esencia
¡Hay crepúsculo vespertino, colosal crepúsculo! Buscando el sol de poniente...
De tus colores, renace este amor prohibido.
Se crea...y se desaliña en la distancia ¡Y muere! ¡Y muere!
En ti nacen las sombras errantes, cadentes de versos
en el miedo, hay la renuncia de este amor, aún latente.
¡Hay alma!, Donde adormeces para encontrarme en ti.
Centinela del cielo, decidme... que ya rozo la locura
ni el color crepuscular me calma ...y llega la aurora tan sola...
El dulce bálsamo prisionero de mi almohada,
que impregna de aroma mi pelo, con aromas de canela
En tu sombra reflejada errante y eterna.
Eterna y errante, donde el amor ¡nace o muere!
Donde se esconde el incierto horizonte de mi misma
en el caminar de azares, entre zarzas, entre olivares
¡Quien sabe, quien sabe!
Nuria.
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¡Qué bonito Nuria!
ResponderEliminarUn abrazo