Esa cristalera empezaba acuñar huellas
cuando el sol se le acercaba parecía un velo
y cuando el palaciego frió le manoseaba era un témpano
era entonces, cuando cogía a mi hijo
yo, me embriagaba con su olor a vainilla
y nos hacíamos un ovillo
él, soberano y rey de mis pechos,
se hizo adicto, del tibio manantial que emanaban.
cuando el sol se le acercaba parecía un velo
y cuando el palaciego frió le manoseaba era un témpano
era entonces, cuando cogía a mi hijo
yo, me embriagaba con su olor a vainilla
y nos hacíamos un ovillo
él, soberano y rey de mis pechos,
se hizo adicto, del tibio manantial que emanaban.
Ella...cada día se recogía en sus ojos triste y negros
llevaba el velaje del sol en sus ojos
me envolvía de pena...con una túnica sin piedad
-no era mi hijo-
me dejó marcado un celaje, y pesa, y cuanto pesa...
y deja estigmatizados recuerdos
y yo repartía sonrisas y alegria,
pero nunca, le regalé una a ella.
llevaba el velaje del sol en sus ojos
me envolvía de pena...con una túnica sin piedad
-no era mi hijo-
me dejó marcado un celaje, y pesa, y cuanto pesa...
y deja estigmatizados recuerdos
y yo repartía sonrisas y alegria,
pero nunca, le regalé una a ella.
Nuria.
Tu blog ha sido registrada con éxito con MyFreeCopyright.com.
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¡Ay!, !qué bonito Nuria, pero qué bonito!
ResponderEliminarMuchas Gracias Marisa, besos amiga
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