Adonde se esconden esas piedras de fuego,
tu boca que quema,
donde se encuentra el trepidante galopar entre sábanas,
olas estrellas, insinuantes de noches eternas,
que se me antojan tan efímeras,impetuosas,
amor, me desafías poderoso, como el gran sol.
Dragón de fuego, alcanzando como un rayo,
entrando, por mi sangre
llegando, donde el éxtasis acaba,
hasta embriagarme, de sexo
Sobrantes de risa,
delirando las noche de un ocaso,
opuesto al hastiado amor, de miradas al cielo
de miradas muertas, como ese jarrón,
frió... sin una sola espina, durmiendo la rosa
Se ondula la blusa, y se encienden mis pechos,
como dos focos, senos trémulos al percibir tu boca.
Alboradas, de mil besos, rebañas, mis rincones,
como hambriento reclamando, como el torrente reclama agua.
Solo un enemigo se cruza entre el éxtasis,
la densa niebla inexorable
erosión, con su ciega mirada, la que no ve
,! la que no escucha el grito del desamparo,
lastimando, este pecho, este cáliz,
de fuego, relamiéndose de la maldita envidia.
Cosiendo, con seda los encajes,
sin percibir la esencia embrujada, del desengaño,
desplomándose esas malditas piedras de fuego
quemando, mis pechos, mi cáliz,!
Con el abandono otra vez,
entre las espinas de las rosas adormecidas,
muertas...
Nuria.
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