las hojas dejan un manto como un féretro
tus manos imploran dos riberas plateadas
cuando tu rostro sea la efigie de tu alma,
posarás tus ojos fijos en la espera.
Te llevas el peso del estío encima
y sus inagotables horas de sol en el pecho
y los pies con brechas de fuego y sangre
y el suspiro, de claveles rojos en los labios,
de sangre, de injusticia y llanto.
En tus ojos ahora habita el desencanto
en tus horas amargas y temerosas
amo leerte, tus últimos versos sin rimas
llega la última noche glacial de la muerte
y lloro...tu faz de seda fría.
Nuria.
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